martes, mayo 31, 2005

Noname

No sé que hago acá. En este país, en este lugar donde no puedo respirar. Ni siquiera vivir. Me deslizo sutilmente entre las sombras, rogando no ser descubierto y pasando por otro más de los que nadie sabe quienes son. No quiero vivir más de esta manera, siempre llegando con lo justo, alcanzando lo que nunca quise lograr. Y vos no estás. Nunca estás. Te busco inutilmente entre la gente. Pero tu rostro perfecto no aparece. Y sigo esperando. Y pasan las estaciones, las lluvias y los veranos. Pasan los años. Y yo sigo esperando. Esperando ya no sé qué. Pero sé que hay algún indicio. Algo que me une a vos y no me deja libre. Algo que me ata, me retiene como si fuese un presidiario que está por ser condenado a muerte y que antes de su ejecución mira al cielo, respira hondo y por última vez, grita fuerte tu nombre.

Ciao tiempo

El tiempo no se acaba. Se va. Y lo que es peor, se va mientras nosotrs lo vemos pasar, sentados en el peor muro de la peor casa de la peor cuadra del barrio. Y el pasa feliz, feliz de habernos dejado atrás cargados con bolsos y cajas pesadas que solo nos complican el viaje. No vale la pena competir. Siempre perdemos. Y aunque a veces creemos estar ganando no hay que olvidar que la muerte siempre nos da una vida de ventaja.

sábado, mayo 28, 2005

Madurez

Los dos espíritus juegan y danzan esos juegos de niños que únicamente ellos entienden y mientras el cielo se abre a su alrededor y todas las gotas de la lluvia forman un abanico de color.
Porque hasta la peor tormenta se rinde ante esta muestra de feroz alegría contenida.
Y cuando la alegría estalla es como si cien collares de mil cuentas de colores se rompieran al mismo tiempo y el suelo se convirtiese en un arco iris gigante que invita a quedarse eternamente. Pero los zapatos grandes destrozan las perlas coloridas y la transforman en polvo gris de los demonios que cala hasta los huesos y cubre todo con una fina capa que inmoviliza. Y ya no se puede sonreír.

Niño clorofila

El niño verde se acercaba a los autos y a cada uno le repetía su canto monocorde. La mirada atenta y el cuerpo tenso, como si en cualquier momento fuese a estallar el mundo. Y él tuviese que estar preparado para correr.
Los ojos son de aquel que ya sabe. Mil años de sabiduría que se encierran en un cuerpecito de diez.
Y la sonrisa que ilumina. Enceguece el alma y no queda más que redimirse ante la prueba. Todavía se puede esperar algo.

viernes, mayo 27, 2005

Acompañen a Juan Pablo

El tipo se queda sólo. Más sólo que "José el carpintero" en el día del padre. Porque de estar rodeado de una horda de viejecillas equipadas con crucecitas, rosarios de cuentas perladas e, infaltable, una buena limosnilla para dejar en la canasta del prelado de turno, pasó a la fría y distante compañía de cuatro o cinco limpiavidrios de semáforo. Bueno, a veces también hay alguno que vende flores, alfajores de maizena o chancletas havaianas. Se lo ve triste. Ya no sonríe como antes. Por eso insto a todo aquel que ande por las inmediaciones de Avda. Italia y Bvar. Artigas a que se de una vuelta, se acerque a saludarlo, se tome unos mates con él, le charle sobre las aventuras de Mª Auxiliadora y sus pequeños monaguillos, en fin, que le hagan la vida un poco más placentera. Pobre hombre, pensar que tiene que soportar los cantos del pastor Márquez y sus acólitos cada fin de semana.

Jean Georges, reportándose desde Ganímedes.
No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.