Domingo sunshine
Gotas negras. Me golpean la cabeza y no me dejan ver. Y la cortina de lluvia que se hace espesa, impenetrable para sentirse aislado de este lado del mundo donde el sol sale en reversa y parece oscurecer la soledad. Ahora el martillo se vuelve sábana. Me abraza para dormir una noche o dos. Y el cerebro queda atascado, enterrado en el pantano entre pastos altos y seres deformes, sonidos que se mueven sin sentido y ganas de sobrevivir. La luz en guiño eterno, una vez sí y otra también. Me invita al subsuelo de grietas negras, al descenso eterno más abajo del sinsentido general. Y yo bajo gozoso, pleno de sentir las olas golpeando en el pecho, sal fresca y frío sin polo, la ola que va y vuelve y los pies clavados en la orilla. Ojos empañados atrás del vidrio de pupilas marrones, retinas oxidadas de lágrimas sin respuesta. Y las manos que se pierden solas en juegos sin contraparte y siguen bajando y subiendo y así hasta que el sol vuelve a iluminar y la tierra se hace hoguera eterna de lombrices infectas, unas con hambre de carne, las otras efímeras, pasajeras en el aire caliente. |