domingo, octubre 23, 2005

Más días de veintiuno

Entonces todo parecía acomodarse. Las piezas encontraban su lugar en la caja de madera, cercenada por años de mal uso. Una y otra, suaves fichas de dominó descolorido, iban entrando sigilosas, resignadas a la oscuridad que la tapa les pondría.

Estoy parado en el cráter, en una inmensa hendidura gris llena de poros. Poros circulares, agujeros cuadrados, cicatrices de pies de gigante. La tierra vuela ante cada soplido y hace nubes biseladas, las partículas reflejando la luz en todas direcciones, el diamante sin pulir. Más allá, en el borde en que el mundo deja de ser todo para disfrazarse de la nada más absoluta, en el borde se descuelga la escalera de hierros engarzados, incrustados en la piedra sólida, un filo cortante que se adentra en la carne sin pedir permiso. El musgo verde, destellos esmeralda que se acumulan como rémora envolvente, succionando el metal, podredumbre de siglos de descensos / ascensos hasta el cadalso.
El suelo se mueve, girando en el sentido más estrictamente horario que pudo encontrar. Los pies, cansados de faroles amarillo pálido, luchan contra la fuerza centrífuga que los arrastra; y se colocan uno delante del otro, desandando el mismo camino que la mente había recorrido ciento veinticinco millones de veces. Y algunas más.
Engranajes se retuercen. Giran y desnudan la herrumbre, partículas de años que saltan por el aire como chispas enfurecidas dejando atrás su existencia. Se balancea un péndulo gigante, señuelo encima de las cabezas desprevenidas que prefieren mirarse las plantas de los pies.
La tierra se curva hacia el infinito, jugando al juego de mitades antagónicas. Gemelas con los mismos ojos, el corazón sin ancla para una; la otra con las estacas adheridas a la piel. Cada guijarro es una bola transparente que encierra una línea de llegada, dos banderas a cuadros. Jugando en el camino, delante de los pasos sin norte. Mis pies avanzan, furiosos de alegría de llegar. Llegar. Adónde sea, pero llegar. Y el piso se sigue curvando, curvas en U hacia lugares ya conocidos. Y aparecen nuevamente, las mismas flores violetas, las polleras anaranjadas, ojos verdes, azules y amarillos. Se revuelven como moscas cromáticas a mí alrededor, un enjambre de luces insolentes que me abofetean una y otra vez, me dan vuelta la mejilla, me castigan por años de buscar ser un insolente desafiando a su propia felicidad. Unas me succionan la sangre, restregándose contra mi garganta desflecada; otras me dan la espalda, alas semi-transparentes, velo para permitir ver lo que se quiere mostrar; las más, ah claro, las más, esas cargan un hacha de filo acerado, brillante en el aire espeso. Y cortan los árboles de mi jardín, todos los jacarandaes plantados con años de rodillas raspadas. Para poder ver la puerta entreabierta de la casa, los pies de Marvin asomando tímidos por la rendija. Y así poder avanzar, maleza descubierta y los pies bien adheridos al camino de pedregullo abandonado que ya nadie transita.

Se hace casi tarde –me grita el caballo de ajedrez, abandonado en un tablero vacío de piezas monocromáticas–. Estás girando, siempre girando, con la cuerda atada al centro. –Luego señala hacia ninguna parte–. Ya está todo seco, las plantas se deshacen por el calor.

No puedo contestar porque el aire prefiere ser alimento de los pulmones, bolsas grises desnutridas. Él se balancea con su cuerpo de madera oscura, hacia atrás y adelante en la punta de los pies, peonza descontrolada en su propio casillero. No necesita ir más allá o no puede.
Yo sí. Mi cuerpo se quiebra hacia atrás, la cintura como eje asimétrico y el contrapeso cerebral. Ahora el viento de frente se hace más intenso, casi tormenta. El polvo vuela, directo a los ojos, atacando la retina para impedir la visión. La visión de un mundo despedazado, gris de restos de seres malformados. La chatarra que se acumula en pilas oxidadas, sin dueño, y la basura que libera gases tóxicos al aire. Las manos implorando y los llantos liberados en cada brisa de la tarde, para esperar la noche que siempre se hace helada. Mundo de deshechos sin nombre.
Mi pupila se resiste. Se niega a dejar de funcionar. Porque quiere ver, quiere seguir conmoviéndose ante los millones de toneladas de agujas que se clavan a diario en mi brazo, sangre a borbotones con gusto muy dulce. Y cada una de ellas, cada pinchazo malintencionado es una espina que me castiga en la espalda, que me impulsa hacia adelante y me hace sentir más vivo, mas presente en esta inmunda tierra que se niega a dejarme ir. Y el viejo que saluda. Sigue sentado en su trono enriquecido, con sus mares de calma pacífica y sin olas. Invitando, a cada minuto invitando con besos de golosina, con artificios que se vuelven tan irreales como el cielo que él comanda.
Y cada hora que pasa de este lado se vuelve un mundo, una tierra desconocida con todo por ser visto y todo por ser vivido. Y los minutos no alcanzan, nunca alcanzan para abrazar cada terrón de tierra y las arrugas de la abuela, olores a sal de una espalda ajena, perlada de gotas de sudor. Y a veces siento que no llego, que no logro abarcar la costa que se desarma ante mi mirada. Entonces la diseco, la devoro por partes y me la llevo a la almohada, con rostros y dientes, para disfrutarla más sereno, cuando intento pegar un párpado con el otro y detener el bombeo incesante, cuando las revoluciones se tientan a ser menos, pero nunca tanto como para perder la atención.

Y mientras sigo corriendo, las rodillas chocando incesantes, las raíces cerrando mi paso.

Y sigo escapando de mí mismo, volviendo la mirada al centro del cráter para ver que sigo sentado en el sillón verde buscando un destino en la palma de mi mano.

Y escapo, claro, escapo, de una sombra negra que no me busca, de una pertinaz llovizna que me acompaña a dónde me mueva.

Y huyo, sigo girando en el mundo que gira hacia el otro lado.

Y los veo pasar, a diario los veo pasar, desfilando por mi mente enferma. Solos o de a varios. Ellos juntos, yo con Marvin y mi cargamento de relámpagos. Juro que te veo, a diario con tus ojos de burton verdes, más grandes que todos los rasgos de tu pequeña cara, encandilando un mundo que se vuelve ludo alrededor. Te sigo viendo a vos también, con la campera o sin ella. Y no logro aceptar apretones de mano, distantes, como si acabara de atravesar el mundo que me obliga a presentarme. Por eso sé que estás, escondido por ahí abajo pero estás. Con la misma música de siempre, estás.

Escucho el sonido bajo, melodía agradable, ritmo pausado y la mandíbula se cierra de bronca en un chasquido de diente. Bronca por no poder correr y apretarlos fuerte, cerca del pecho, y poder arrastrarlos a este lado del mundo, mas cerca de mis taperas, mis campos abandonados, Atilios, Werner y camiones de basura. Entonces el tablero de ajedrez llora el vacío. Reclama las piezas que faltan, las que se fueron para no volver. El dolor se hace bola en el pecho, una flama que no encuentra salida y explota en letras de dardos envenenados, teledirigidos, para hacer carne en sus espaldas desprevenidas. Letras transparentes, llorando sangre con cada malinterpretación. Y las vísceras al sol, secándose, mientras ustedes se vuelven bicho bolita para verse el ombligo.
Y miro más allá, sentada junto a la costa, eternizada en ese médano inalcanzable; crin dorada, ah, para gozar el viento que te mueve la nuca. Puedo escucharte latir de noche, la estrella compitiendo por el brillo. Los huesos flaqueando cuando alguien se va, cuando ella se te va. Vos sin poder soportar por siempre el peso de tu propia rigidez. Yo solo, con el abrazo guardado en un baúl, orgulloso para nunca poder dártelo. Y hoy más que nunca se me escapan los te quiero, diferentes, para que sepan que puedo estar, escondido atrás de la nube negra, con el mismo huracán derritiéndose en el fondo de mis tripas y la llama enfurecida, demente en las entrañas. Estoy, sigo siendo. Pero un poco menos sin ustedes tres, un poco menos, otras horas, días. Y no son iguales, lo saben. Cada día se hace de veintiuno, y las horas que siguen fluyendo al infinito.

Comments on "Más días de veintiuno"

 

Blogger Usagi said ... (11:43 p. m.) : 

Hola Jean... no lo lei todo entero pero no queria pasar, sin dejasrte saludos... Besotes grandess... por lo poco que lei te digo... ya vendran las nubes de colores las cuales llenen el horizonte

 

Blogger ele said ... (3:03 a. m.) : 

y a veces esta todo seco y curvo, seco y curvo. y no hay costas.

 

Anonymous Anónimo said ... (3:57 a. m.) : 

Y como disfruto ese tibio y seco ambiente, esa sensación de discurrir entre tus letras.

Esa forma...en que transmites sensaciones..

Un biko!

 

Blogger Verónica said ... (7:16 a. m.) : 

... letras transparentes, llorando sangre con cada malinterpretación...

Me identificó esa pequeña frase. Muchas de las escritas con mis manos han llorado sangre, pero ya aprendieron a quedarse tranquilas ante la mala interpretación.

Querido: que sus paseos no sean tan largos, no abandone a sus fans.

Un abrazo! Extraño sus visitas.

 

Blogger Unknown said ... (7:45 p. m.) : 

No llores, o te vas a levantar con los ojos hinchados como me levanté yo hoy por tanto llorar. Más "ojos de Burton verdes" que nunca...
Ojalá que el océano del que te hablé se seque y que no le caigan más lágrimas.
Dejemos las malas interpretaciones de lado, dejémonos de joder.
Creo que sabemos que podemos evitar el rencor.
O sea, hello!!!

 

Blogger Dharma said ... (12:14 a. m.) : 

Estimado Jean:
Al poco tiempo de estar girando,uno siente el mareo en el estómago, pulsante. ¿Acaso nos obligaron a subir a ese carroussel?
Es inevitable pensar que no se avanza, que uno camina, se impulsa, corre, y al mirar alrededor, el resto del mundo permanece allí, estático, en una burla grotesca, en imágenes que las retinas se esfuerzan en paralizar desde su órbita. El mundo se ríe de uno quizás, por lo necio, por lo tonto, por lo ingenuo que es, o que uno es.
Existe un minuto de conciencia total (o delirio infinito) en donde finalmente descubrimos el truco.
Y el truco es distindo cada vez. Parar el tiempo, o dejar que pase, tal vez perseguirlo o seguir girando, apaciguando a los dragones y sus alientos en llamas.
Otras veces es dar sólo un paso más. Otras, dejar de mirar al mundo desde el carroussel y pararse en el vértice mismo, buscando otros horizontes tan mareados como uno.
Y sino, vea usted, que todos nacimos con el síndrome del bicho bolita. Quizás no ha buscado aún entre la pelusa reseca de su ombligo que tiene por mártir y verdugo.

Ladran Sancho...
Un abrazo!

 

Blogger Muñeca said ... (12:39 a. m.) : 

Que manera de escribir!!! No puedo creer que esté dentro de los diez primeros, siendo que siempre llego después de los treinta...
Es un buen post, pero me pierdo en algunas partes...
Me gustó la parte de Marvin y tu armamento de relámpagos.
Saludos!!!

 

Blogger UMA said ... (11:14 a. m.) : 

Aromàtico brebaje que me inclina a la fosa -en un paseo solitario- de mi exacerbada melancolìa...
Aluden sus palabras a mis mùsculos y a mi piel, el rumor de aguas dolorosamente claras me abisma...
Desordenadamente pinto en pasteles ocres el recuerdo de mi fantasìa, sumida en mi enfermo ensueño le sonrìo.
Sigo atormentandome a mì misma, sirjeangeorges, quizà eso sea la vida.
Vislumbro lo màs suyo, lo ìntimo, pero no es màs que mi idea de usted, sir...còmo lo he construìdo, y sabe què? me gusta.

Besazos de vino dorado, hoy se lo dono como un consuelo secreto.

 

Anonymous Anónimo said ... (11:58 p. m.) : 

Marvin tiene piernas???

 

Blogger Silencio said ... (4:49 a. m.) : 

Diablos su nivel de abstracción es igual que el de la matemática compleja, real e imaginario, valido totalmente, me quito el sombrero una vez más. Demonios, que forma de hilar esos trenes que me menciona Vodka Max

 

Anonymous Anónimo said ... (5:18 p. m.) : 

Estimado Jean esta vez debo decirle que sus palabras no me han llegado por que entre ellas y mi enmarañada mente me he perdido.
Desde ya un muy buen relato como siempre pero yo personalmente prefiero lo breve y conciso no porque asi no me agrade sino por que el resultado es el mismo... ningun lugar.
Besos no se pierda...
La Pequeña Anonima

 

Blogger Fer said ... (9:33 a. m.) : 

Un laberinto sin paredes ni recodo. Recto, hasta el infinito. Allí estoy y sus letras, mi estimado Jean Georges, no me sirven de guía sino que contribuyen al caos; aún cuando guardan una lógica fractal un entrópico orden... Y sin embargo, no me siento perdido.

 

Blogger THE UFESAS said ... (4:02 p. m.) : 

es un teaxto de gran calidad, la parte de marvin fue sublime
lex luthor
spam

 

Blogger ángel said ... (7:23 a. m.) : 

Con retraso, Jean, gracias mil por tu visita a mi blog, ya tuyo, en el que acabo de colocar los 11 poemas correspondientes a noviembre. Espero te gusten...
Saludos

 

Blogger Naxos said ... (10:19 p. m.) : 

Hola, te saludo, ya tenía tiempo que no pasaba por acá... hay algunos retrasos escritos que leeré con clama... mientras te saludo
:)

 

Blogger Noctiluca said ... (3:25 p. m.) : 

Américo sigue estando sobre el sillón verde -también la frutillita que se esconde-. Rueda entre dedos cálidos que buscan el matiz del destino. Ellos lo posaron sobre el escritorio repleto de chatarras. Pero está solo, abandonado, sin memoria, sin el barniz de la fluorescencia. Las pestañas azules vuelan como luciérnagas cerca del negro, contrastándose por destellos perennes cuando nadan en su placenta. Se aprontan para la metamorfosis. La idea es llegar, siempre llegar, a la cuna que las cuida. Están ligeras y desprevenidas cuando hacen la plancha sobre el Mar Muerto, o cuando reposan sobre el pecho extasiado. También bajo una tormenta mixta de chocolate con menta.
Lejos de la colina, hundiendo los pies en la orilla, las mini olas intentan como a las balsas del Caribe tirarme hacia delante y hacia atrás, pero con el pasar de los millones de días se funden como estacas en la arena. Los dedos se enfrían por las noches, las cicatrices se curan con la sal, las noctilucas son buena compañía para caminar.
Le deseo más 21, menos nubes negras que entorpecen la pupila dilatada, le brindo mi abrazo de osa.
Brillitos Monsieur*

 

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No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.