Yo contra los gigantes
El lugar era normal, como tantos otros de su misma clase. Muchas góndolas llenas de productos, colores, y deformidades varias. Era exactamente igual a cualquiera de los mercados ganimedienses, pero éste era más grande. Mucho más grande. Claro, la gente de Mouro era exagerada. Su constante tendencia a agigantar las cosas contrastaba con la teoría empequeñecedora de Ganímedes. No prefiero ni una ni la otra. No quiero a ninguna. Los primeros son ruidosos, los otros callados. Por eso hay que irse. Ahí viene el cohete, súbanse y huyamos. No se olviden de cerrar la puerta. Hay una pecera gigante de plástico. Está llena de música empaquetada, en forma de discos metálicos. Yo los uso de freesbee. Ellos los colocan en un aparato y no paran de mover el cuerpo. No se cansan. Y festejan alborozados ante cualquier eventualidad. ¿Se muere el tío? A bailar a la esquina. ¿Compramos un nuevo auto? Toda la familia moviendo las caderas. A ver abuela, levántese del sillón. Y cuando llega el verano se reúnen todos y no dejan de menearse. Y van muriendo de a uno. De a poco. Con las horas las muertes son más. Y los cadáveres quedan en la calle, por donde otras personas pasan y desfilan y vuelven a morir. Con las horas, el piso de baile se convierte en una morgue de cuerpos coloridos. Pero ellos siguen bailando. Y amanece. Y el sol les quema la piel. Entonces se van a bailar a la arena. Desenfrenados. Locos. Como si el mundo fuese a acabar en unas horas y de ello dependiesen sus movimientos. Y luego en la calle todo es paz. Vienen los de las escobas y barren. Barren papeles, guirnaldas y cuerpos. Muchos cuerpos que son tirados en enormes baldes. Así, la calle queda limpia. Lista para la noche siguiente. Para seguir bailando. |
Comments on "Yo contra los gigantes"
Si seguís así te voy a hacer leer "Historias de Cronopios y Famas". Salú.
Ajá. ¿Atado y con la picana entre los dedos? Acepto.
¿No será una clase de metáfora a como son las fiestas realmente hoy en día? Terminamos siendo seres irreconocibles y muriendo para ser ellos.
... El espíritu carnavalesco donde todo es lo que uno quiere que sea.
No sé, la gente de Mouro es así. Siempre. Y compran ropas de colores que muestran sus carnes mulatas, despreocupados del frío y la balacera.
me encanta.
muchas metaforas juntas, me gusto mas que el post siguiente.
Marcyclor: Atilio Orestes Lafinur, de acá de la vuelta, las llamaría "aparatos literarios para no decir algo cuando sería tanto más fácil usar las palabras apropiadas". Claro, él lee otras cosas. Gracias por la pasada.