martes, julio 19, 2005

Pequeño de musgo

El ojo es profundo. Un abismo gigante donde se agitan fantasmas que no puedo ver. El color verde del iris tiñe la visión y me da paz. Ahora respiro. Mientras, él sigue mirando y brillando como diamante pulido.
Su padre lo arrastra, mientras él se lleva a la boca un aparato ruidoso de color celeste. Lo sigo, sigiloso para que el mayor no se dé cuenta. Él sonríe sin saber la razón. No sabe lo que hace ni porqué lo hace. Al menos puedo creer eso. Pero su mirada sigue clavada en lo más profundo y me retuerce las tripas. Me está diciendo cosas, me puede ver. Mi cuerpo se vuelve transparente, con una bola roja que no deja de latir. Y él golpea. Con su rayo verde golpea. Es un apretón firme pero suave a la vez. Me dice que está. Y entiende. Mucho más de lo que pensaba. Ve la tristeza y me acaricia el pelo. Me obliga a recostarme. Me cubre con el acolchado. Dice palabras susurrantes al oído. No puedo entender los términos, pero sí lo que quieren decir.
Y él continúa con su balbuceo incongruente. Agita el aparato celeste, que resuena a pedregullo. Y vuelve a mirar. Ahora busca el punto doloroso, el quiste maléfico que no deja respirar. Que no deja progresar. Lo tiene encerrado en su pequeño puño. Tan pequeño como para recibir otro más, tantos como sean necesarios.
El pequeño tira fuerte al tiempo que me envía una risa de dos dientes. Yo no saco la mirada del ojo. No quiero mirar hacia el abismo, aunque él me anima a hacerlo. Me incita a asomarme a la pendiente. Y cuando lo hago, me empuja en una caída interminable, que choca con fotos y pedazos de sucesos que ya pasaron. Hace mucho. Y que nunca voy a volver a tener. Y me encuentro en el fondo, nadando en un mar de musgo verde. Acolchonado. Y no me quiero ir de ahí. El pequeño no dice nada. No le molesta mi presencia. El señor mayor tira del carrito. Nos movemos. Yo sobre el musgo y él con el aparato en la boca. Pero no quiero salir.

Comments on "Pequeño de musgo"

 

Blogger Ligustrino Campana said ... (1:12 a. m.) : 

Creo que es el texto que más me gustó de los últimos tres que posteaste, pero me pasa algo y es lo siguiente: poco a poco me empiezo a perder y ya no sé quién es el pequeño, el mayor, el padre, el nene, el aparato celeste... Todo se transforma en una gran nebulosa y apenas alcanzo a asir el sentimiento que sobrevuela, pero nada más. Y quiero entenderlo, me gustaría, digo. Así que intento una, dos, tres veces, pero si a la cuarta el mamut todavía no me deja entrar, agarro mi champión y cierro la filosofía. ¿Entendido, soldado?

 

Blogger Jean Georges said ... (10:24 a. m.) : 

Lo que pasa es que el mamut quiere cacahuates, de los rojizos. Y si no hay, se pone mal y da la espalda.

 

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No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.